Según las Rurales, lo normal para esta zona es tener los primeros episodios de precipitaciones hacia finales de primavera, logrando los picos a principios de verano para que luego vayan disminuyendo, para finalmente volver a aumentar al cierre del periodo estival y principios de otoño.

“En la actualidad, el fenómeno no sólo muestra una disminución en cantidad de agua precipitada, sino que también ha cambiado su distribución. Se registra un notorio desfasaje, donde las lluvias se han producido más tarde de lo habitual, con menor milimetraje y en algunos casos chaparrones torrenciales acompañados de granizo”, indican.

El gran problema es que esto afecta el desarrollo de las pasturas estivales, tan importantes para la ganadería de la región, ya que desde su germinación, para completar su ciclo de crecimiento y producción de forraje, necesitan de humedad, temperatura y horas de luz.