Eficiencia y conectividad, listos para salir al lote
La producción agropecuaria no se puede imaginar sin el aporte de la Maquinaria Agrícola, y una buena parte de la creciente productividad está explicada por ésta.
El sector agroindustrial argentino es uno de los principales “motores” que tiene nuestro país.
Según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, en 2023 el campo y las cadenas agroindustriales fueron responsables del 57% de los dólares que ingresaron al país por exportaciones de bienes, el 19% del empleo privado estuvo relacionado directa o indirectamente con estas cadenas, aportaron el 17% de la recaudación del Estado Nacional, y explicaron el 18,7% del PBI argentino.
Es de destacar que todo esto sucedió en un contexto de sequía extrema y el agro siguió siendo un gran dinamizador de la actividad económica nacional.
Estas cifras nos hablan del pasado, pero también del futuro. Imaginémonos cuáles serían esos valores en un año climáticamente bueno, en un contexto macroeconómico estable, con disponibilidad de financiamiento suficiente y acorde, con menor carga fiscal y con políticas sectoriales no distorsivas.
La creciente demanda de alimentos a nivel mundial y, en vista al futuro, requiere que el sector agropecuario trabaje sobre mejoras en la eficiencia de producción, entre otros aspectos. En Argentina los productores lo hacen de modo creciente año tras año.
La calidad de siembra, la eficiencia en el control de plagas y enfermedades; cosecha de forrajes de calidad y cosecha de granos con altos valores de eficiencia y calidad, son tareas que solo pueden ser realizadas por maquinaria agrícola moderna y tecnificada.
Cuanto más moderna y tecnificada, entonces mejor será la calidad de los trabajos durante el ciclo productivo. Tecnologías como piloto satelital con precisión de hasta 3 cm; corte de dosificación de semilla y fertilizante cuerpo por cuerpo; cortes de pulverización pico a pico; dosificación variable por prescripción previa de semillas y fertilizantes; mapeo de malezas y aplicación zonificada de herbicidas; aplicación selectiva de herbicidas con lectura en tiempo real de la presencia de malezas; auto regulación de cosechadoras y transmisiones inteligentes en tractores, entre otras tecnologías desarrolladas y puestas a disposición del productor durante los últimos años, conducen a notables mejoras en índices de eficiencia productiva, económica y ambiental.
Un parque que raya la obsolescencia
La escasa o lenta incorporación de maquinaria con nuevas tecnologías por parte de productores y contratistas durante los últimos años no logró acompañar el incremento en las necesidades de mejoras en la eficiencia.
“Tenemos un parque que raya la obsolescencia, con un 70-80% de tractores con más de 15 años, 70-80% de cosechadoras con más de 10 años. Renovar ese parque e incorporarle toda la tecnología disponible es un desafío y a la vez una gran oportunidad.” destacó Sergio Fernández, presidente de AFAT.
Aprovechar dicha oportunidad para incorporar al trabajo toda la tecnología disponible a nivel global es una necesidad para un país cuyos ingresos de divisas dependen en un 60-70% del sector agroindustrial.
Ahorros significativos
Como sabemos, la antigüedad de los equipos produce una disminución de la productividad, sobrecostos en la fertilización y pulverización, desperdicios en la siembra y la cosecha, y menores eficiencias en general. Sólo por dar algunos ejemplos, se puede utilizar un 10% menos de semillas con siembra variable y corte de dosificación cuerpo por cuerpo.
Para un lote de maíz que a densidad fija se siembra a razón de 78.000 semillas/ha el ahorro puede llegar a 15 USD/ha, sólo de semillas.
En aplicaciones selectivas de herbicidas se produce un ahorro del 70-80% gracias a la inteligencia artificial, esto representa un ahorro de entre 25 y 30 USD/ha en una sola aplicación
.Para 1.000 ha de soja o maíz son 25.000 a 30.000 USD; casi el valor de una pick-up doble cabina. En aplicaciones de cobertura total se puede ahorrar entre un 5 y 10% de todos los fitoterápicos por menor superposición al contar con electroválvulas en cada pico, lo que permite su apertura y cierre de manera individual.
Esto a su vez, reduce en el mismo porcentaje las zonas tratadas con el doble de dosis de fitoterápicos que puede ser perjudicial para el ecosistema productivo.
En la cosecha de granos, es factible reducir las pérdidas entre un 15 y un 20% cuando la cosechadora está equipada con gran cantidad de sensores y un sistema de regulación autónomo.
Las pérdidas de granos durante la cosecha de la campaña 23/24 se estima que fueron equivalentes a 695 millones de dólares (tomando el valor actual de los granos), considerando sólo los 4 cultivos principales, soja, maíz, trigo y girasol. Reducir el 20% de esas pérdidas equivale a 139 millones de dólares; el valor de unas 150 cosechadoras nuevas.
Cuando la precisión del piloto satelital permite ganar 0,4m de ancho de labor, por ejemplo, en una plataforma de 35 pies (10,5m) reduce la cantidad de pasadas en un 4% aproximado, lo que dependerá de la forma del lote, claro está. Esto es menor consumo de combustible, menor polución; menor desgaste de la máquina en su conjunto y menor circulación sobre el suelo.
Los sistemas de telemetría generalizados durante los últimos 10 años permiten un análisis detallado del uso y gestión de los equipos con la posibilidad de analizar con datos reales y concretos la eficiencia en el uso del tiempo, entre otras variables.
A partir de ahí, es posible determinar mejoras que impacten positivamente en la eficiencia en el uso de la maquinaria y su capacidad de trabajo operativa medida en hectáreas por hora trabajada.
Los motores de gestión electrónica ofrecen grandes beneficios al sistema por la reducción en el consumo comparado con la inyección mecánica, se puede lograr la misma potencia con menor cantidad de gasoil. El ambiente recibe menos emisiones de CO2 por lo que la huella de carbono se reduce.
Además, hoy ya tenemos presentados motores que funcionan 100 % con gas licuado (metano) de modo de aprovechar un pasivo ambiental como son los residuos animales, en recurso energético; el tractor de New Holland reduce así hasta un 80% la emisión de CO2. También se han presentado tractores 100% eléctricos por parte de las marcas CASE IH y New Holland.
La mayoría de los motores pueden trabajar con combustible B100 (100% biodiesel) que se traduce en mínimas emisiones.
Asimismo, motores como los de las máquinas CLAAS permiten el uso de Aceites Vegetales Hidrotratados (HVO). Hablamos de aceites vegetales y grasas animales usados, que de otra manera irían a disposición final. Es un ejemplo más de un desecho que se convierte en recurso de alto valor, y con reducción de emisiones indeseadas.
Mirar atrás
Hoy se estima que más del 70% de las cosechadoras tienen más de 10 años de antigüedad. Si miramos hacia 2014 las cosechadoras no tenían cámaras vinculadas a sistemas de inteligencia artificial para determinar en tiempo real la calidad del grano y, en función de eso, autogestionar regulaciones que mejoren dicha calidad.
Tampoco estaban generalizados los equipamientos de telemetría que permiten monitorear la calidad y eficiencia del trabajo; su eficiencia en el manejo de tiempos y consumo de combustible; prevención de fallas y/o roturas; monitoreo asistido desde fábrica y muchas otras funciones que conducen a una mayor eficiencia.
Lo mismo ocurre con los tractores, que en un 70-80% tienen más de 15 años de antigüedad. En esa época no tenían vinculación con la nube de datos, no podían recibir vía remota una prescripción de siembra, por ejemplo.
Había que llevar la información en un pendrive y no informaban nada de lo sucedido. Tampoco tenían la posibilidad de programar y automatizar las acciones durante los giros en cabeceras permitiendo reducir el tiempo ocupado y, por lo tanto, aumentar la capacidad de trabajo diaria.
En pulverizadoras no teníamos, 10 años atrás, válvulas del tipo pwm en cada pico con la posibilidad de cortar la aplicación de manera individual al mismo tiempo que se ajusta la apertura según velocidad de avance, sin alterar los patrones de aplicación, sumando corrección en curvas sin alterar la dosis por hectárea. Tampoco existían los botalones de fibra de carbono que reducen notablemente el peso y, por lo tanto, la carga sobre el suelo.
Las dificultades que enfrentan los productores y contratistas agropecuarios a la hora de renovar sus equipos son muchas, sin lugar a duda. La más general, y que nos afecta a todos, es la falta de estabilidad política-económica que resta previsibilidad y dificulta la proyección de inversiones.
A ese contexto se suma la compleja, elevada y distorsiva presión impositiva que penaliza la fabricación e importación. Al importar material e insumos destinados a los procesos productivos locales los fabricantes de maquinaria agrícola tributan un 21% de IVA, más una percepción de IVA equivalente al 20% (producto de la RG AFIP 5339/23) junto a la percepción de ganancias (6%) y el impuesto PAIS (7,5%).
Otra de las dificultades de estos años ha sido el acceso a financiación. Es clave que un mercado de esta importancia estratégica cuente con financiamiento previsible, de largo plazo, a tasas competitivas, con montos en volúmenes acordes a la demanda y que se ajuste a las necesidades de una actividad tan particular como la producción agropecuaria.
Tampoco podemos dejar de mencionar las variables que nadie puede manejar como son el clima y los precios internacionales de los granos.
“Las empresas socias de AFAT son líderes a nivel global en la producción de maquinaria agrícola de última generación. Invierten millones de dólares al año en investigación y desarrollo para ofrecer equipos cada vez más eficientes y sustentables, y toda esa tecnología está disponible en el mercado argentino” concluyó Fernández.