Aapresid detalla las lecciones de la campaña 2024/25 y traza la hoja de ruta para la siembra en Córdoba
Un informe del Nodo Oeste de Aapresid, que agrupa a 11 regionales en la provincia de Córdoba, concluyó que la disponibilidad hídrica, la fecha de siembra y el riesgo de achaparramiento fueron los factores determinantes en los resultados dispares de maíz y soja durante la campaña 2024/25.
De cara a la próxima siembra 2025/26, los técnicos recomiendan ajustar las estrategias de manejo, aprovechando la alta recarga de perfiles hídricos actual, pero manteniendo cautela ante el posible desarrollo de La Niña.

La campaña del maíz: rendimiento condicionado por el riesgo
La performance del maíz durante el ciclo 2024/25 estuvo marcada por la interacción de las condiciones climáticas y las decisiones de manejo. Según la institución, el temor al achaparramiento del maíz (transmitido por la chicharrita *Dalbulus maidis*) influyó directamente en la elección de la fecha de siembra.
En las zonas con mejor capacidad para almacenar agua se mantuvo o se incrementó el área de maíz temprano, mientras que en las áreas más restrictivas, el girasol ganó protagonismo, reduciendo la superficie destinada a maíz tardío.
“El primer paso siempre es entender el ambiente: tipo de suelo, capacidad de uso y limitantes”, explicó Valentín Gentiletti, ATR de la Regional Aapresid Los Surgentes-Inriville. “A partir de ahí, el agua útil disponible al momento de la siembra y el escenario de precipitaciones marcan el rumbo del manejo”.
En cuanto a rendimientos, la oferta hídrica resultó ser el factor decisivo. El sudeste cordobés se destacó con promedios superiores a 10.500 kg/ha. En contraste, el resto de las zonas se ubicó entre 8.100 y 8.300 kg/ha, mostrando resultados mucho más variables donde el agua dependió exclusivamente de las lluvias.
Estrategias clave para el maíz 2025/26
Los técnicos destacan un punto favorable para la planificación del próximo ciclo: muchas zonas salieron del invierno con hasta un 80% de recarga en sus perfiles hídricos.
Esta situación “abre la puerta a estrategias de siembras tempranas bien manejadas —con ajustes en genética, densidad y nutrición— para explorar altos potenciales de rinde”, señalaron desde el Nodo.
Sin embargo, en ambientes con limitantes hídricas estructurales, como el sudoeste cordobés, la cautela es fundamental. Los pronósticos sugieren una posible fase La Niña hacia fines de año.
Ante este escenario, se recomienda evaluar la alternativa del maíz tardío, buscando reducir riesgos y ubicar el período crítico de floración en una ventana más favorable.

Soja: la dependencia directa de la lluvia
En el cultivo de soja, la variación de las siembras de primera y segunda también fue notable entre regiones. El sudeste cordobés dividió su superficie con un 65% de soja de primera y un 35% de segunda, mientras que en el resto del Nodo predominó la soja de primera (entre 85% y 95%).
Los rendimientos promedio para la soja de primera fueron de 3.465 kg/ha, y de 3.292 kg/ha para la soja de segunda. Al igual que con el maíz, el sudeste se posicionó como la zona más productiva y estable, en tanto que en otras áreas la sequía de enero y las altas temperaturas limitaron los resultados.
Gentiletti remarcó que, a diferencia del maíz, la soja tiene una menor respuesta al agua almacenada. “La soja no responde tanto al agua almacenada en el suelo al momento de la siembra, sino a las precipitaciones que ocurren durante su ciclo. Por eso, las lluvias de octubre-noviembre fueron clave para sostener los rindes”, precisó el especialista.
Planificación ofensiva o defensiva en soja
Para la próxima campaña, las primeras variables a considerar en soja son la fecha de siembra y el grupo de madurez.
En ambientes favorables, sin limitantes y con una buena recarga de agua, los técnicos sugieren plantear estrategias ofensivas. Esto incluye siembras tempranas e incluso grupos de madurez cortos para explorar el máximo potencial.
Por otro lado, en ambientes con limitantes y pronósticos de precipitaciones y temperaturas poco alentadores, es recomendable atrasar la fecha de siembra. En ciertos casos, la recomendación es optar por grupos de madurez más largos. El objetivo es ubicar el período crítico del cultivo en la ventana de menor probabilidad de sufrir estrés hídrico y térmico.
