Inundaciones en la provincia de Buenos Aires: cuando la inacción también es parte del desastre
Las lluvias volvieron a dejar bajo el agua vastas zonas de la Cuenca del Salado. Otra vez, los caminos rurales se transformaron en ríos, los productores quedaron aislados y la producción agropecuaria —motor económico del interior bonaerense— se paraliza por completo. Y otra vez, la respuesta oficial llega tarde y a medias.
Clave de la semana | Inundaciones en la provincia de Buenos Aires: cuando la inacción también es parte del desastre
Las lluvias volvieron a dejar bajo el agua vastas zonas de la Cuenca del Salado. Otra vez, los caminos rurales se transformaron en ríos, los productores quedaron aislados y la producción agropecuaria —motor económico del interior bonaerense— se paraliza por completo. Y otra vez, la respuesta oficial llega tarde y a medias.
La Sociedad Rural Argentina (SRA) estimó que casi cinco millones de hectáreas están afectadas por el exceso hídrico, una cifra que impacta no solo por su magnitud sino por lo que representa: un drama productivo, social y ambiental que se repite cíclicamente sin soluciones de fondo.
El Gobierno nacional anunció un plan de asistencia para las zonas más comprometidas. Pero la propia SRA fue clara: la emergencia no se combate con paliativos, sino con prevención. Las obras hidráulicas en la Cuenca del Salado llevan décadas de demoras, anuncios incumplidos y presupuestos subejecutados. Cada vez que las lluvias golpean, el Estado promete reactivar proyectos que nunca llegan a completarse.
“El agua no puede ser una barrera”, advirtió la Rural, y el mensaje debería resonar en todos los despachos oficiales. Porque detrás de las estadísticas hay miles de familias que hoy no pueden llegar a sus campos, niños que no asisten a la escuela y pueblos enteros que quedan desconectados del resto de la provincia.
El impacto no se limita a los productores: se siente en la recaudación, en la economía nacional y en la calidad de vida de las comunidades rurales. La Cuenca del Salado concentra una parte clave del PBI agropecuario argentino. Cada hectárea anegada es menos producción, menos empleo y menos ingresos para un país que ya acumula crisis sobre crisis.
El agua no entiende de colores políticos, pero la falta de planificación sí tiene responsables. La inacción es una forma silenciosa de abandono.
Mientras las inundaciones vuelven a arrasar el corazón productivo bonaerense, el reclamo se repite como un eco de otras tragedias: sin obras, no hay futuro posible en el campo.
